Himbas Angola

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Aldeanos de Ghana

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jueves, 18 de marzo de 2010

José Eduardo Dos Santos


Angola
Presidente de la República
Duración del mandato: 21 de Septiembre de 1979 - En funciones
Nacimiento: Luanda, provincia de Luanda , 28 de Agosto de 1942
Partido político: MPLA
Profesión: Ingeniero petroquímico


En noviembre de 1961 se exilió en París y luego en Congo-Kinshasa, y desde el futuro Zaire ayudó a organizar las Juventudes del MPLA, de las que se convirtió en vicepresidente. Dirigió la oficina de representación del MPLA en Congo-Brazzaville y en 1963 el partido le envió a la URSS con un grupo de estudiantes para recibir instrucción superior.



En 1969 se graduó como ingeniero petroquímico en el Instituto de Estudios del Petróleo y el Gas de Bakú (Azerbaidzhán) y, luego de asistir a un cursillo de comunicaciones militares, en 1970 regresó a la zona de Angola controlada por el MPLA para tomar parte en el movimiento de liberación. En los cuatro años siguientes sirvió en un puesto de comunicaciones de la guerrilla en el enclave de Cabinda y luego representó al MPLA en Yugoslavia y en Congo-Brazzaville.



En 1974 fue nombrado subcomandante del Servicio de Telecomunicaciones en la 2ª Región Político-Militar del MPLA, miembro del Comité de Reajuste Provisional del Frente Norte, miembro del Comité Central y del Buró Político del MPLA y coordinador del Departamento de Relaciones Exteriores del partido, con la misión de obtener el apoyo diplomático de los gobiernos africanos.

En enero de 1975 siguió con este cometido en el Gobierno de transición mutipartito que el MPLA, en virtud de los acuerdos de Alvor, pasó a compartir con los otros dos movimientos guerrilleros, la Unión Nacional para la Independencia Total de Angola (UNITA), liderada por Jonas Savimbi y de base tribal ovimbundu, y el Frente Nacional de Liberación de Angola (FNLA), encabezado por Holden Roberto y de base tribal bakongo, los cuales, unidos, se volvieron a los pocos meses contra el MPLA en un contexto de insuperables diferencias ideológicas y de rivalidades por el control del país en vísperas de su independencia de Portugal, dando comienzo la guerra civil.



Tras producirse la independencia de la República Popular de Angola, el 11 de noviembre de 1975, dos Santos se convirtió en presidente del MPLA y en ministro de Asuntos Exteriores subordinado a Agostinho Neto, asumiendo la vital tarea de obtener el reconocimiento diplomático de los gobiernos africanos y europeos no pertenecientes al bloque soviético, así como de la ONU y de la OUA, para ganar la partida de la legitimidad a la alianza de la UNITA y el FNLA, que proclamaron una República Popular y Democrática de Angola con el sostén de Sudáfrica, Zaire, China y Estados Unidos.


En 1976 dos Santos fue sustituido en el Ministerio de Exteriores por Paulo Teixeira Jorge, no obstante su exitosa, gestión para encargarse de funciones del partido. En diciembre de 1977 el I Congreso del MPLA le puso al frente de las secretarías del Comité Central de Educación y de Cultura y Deportes; posteriormente le fueron encomendadas las de Reconstrucción Nacional y Desarrollo Económico y Planificación, y desde diciembre de 1978, cuando Neto abolió el puesto de primer ministro desempeñado hasta entonces por Lopo do Nascimento, sirvió también en el Gobierno como primer viceprimer ministro, ministro de Planificación y jefe de la Comisión de Planificación Nacional.

Neto falleció el 10 de septiembre de 1979 y entonces el Comité Central del MPLA eligió a dos Santos para sucederle al frente del Estado, el Consejo de Ministros y las Fuerzas Armadas Populares de Liberación de Angola (FAPLA). Dos Santos ejerció las funciones presidenciales con carácter interino hasta el 21 de septiembre, cuando tomó posesión formal del puesto. El 9 de noviembre de 1980 añadió a sus atribuciones la presidencia de la Asamblea del Pueblo o Parlamento.

Heredero de la guerra civil más enconada e internacionalizada de África, dos Santos se afanó en la búsqueda de una solución negociada con la participación de todos los actores implicados. En 1988, los acuerdos de Ginebra sobre el alto el fuego (8 de agosto) y de Nueva York sobre la retirada de los contendientes (22 de diciembre), adoptados por Angola, Estados Unidos, Sudáfrica y Cuba, desembocaron en la evacuación del enorme contingente militar cubano -45.000 hombres, prestatarios a las FAPLA de una ayuda decisiva para contener a la UNITA- y en la concesión por Sudáfrica de la independencia a Namibia, territorio desde donde su Ejército había lanzado numerosas incursiones contra Angola en ayuda de la UNITA.

La guerrilla de Savimbi, con quien dos Santos se entrevistó por primera vez en la ciudad zaireña de Gbadolite el 22 de junio de 1989 con los auspicios del dictador Mobutu Sese Seko, se resistió a abandonar las armas y lanzó nuevas ofensivas aquel año y en 1990, pero, ante las presiones de Estados Unidos y el final de la asistencia militar sudafricana, se vio forzada a hacer la paz con un Gobierno, el cual, también concluidos para él el clientelismo soviético y la inestimable ayuda cubana, carecía de medios para prolongar una guerra estrechamente ligada a las vicisitudes de la Guerra Fría y la distensión internacional.

Finalmente, el 31 de mayo de 1991 dos Santos y Savimbi firmaron en Lisboa un tratado de paz que estipulaba la reinserción del grueso de los combatientes de las FAPLA y la UNITA en la sociedad civil y la formación con los efectivos restantes de unas Fuerzas Armadas Angoleñas (FAA).

Paralelamente a la pacificación, el régimen de dos Santos abrazó la transición a la democracia pluralista: el 26 de marzo de 1991 la Asamblea del Pueblo aprobó la introducción del pluripartidismo y el 11 de mayo el MPLA hizo suya esta reforma, renunció al ideario marxista, adoptó una definición socialdemócrata y aceptó la economía de mercado. El 19 de julio dos Santos se desprendió de la jefatura del Gobierno y nombró un primer ministro en la persona de Fernando Días van Dúnem, y el 27 de agosto de 1992 el país pasó a llamarse República de Angola, perdiendo la condición de Popular.



El 29 y el 30 de septiembre de ese año tuvieron lugar las primeras elecciones libres en la historia del país; no sin sorpresas, en las presidenciales dos Santos batió a Savimbi con el 49,5% de los votos y en las legislativas el MPLA hizo lo propio con la UNITA al hacerse con el 53,7% de los sufragios y 129 de los 220 escaños de la nueva Asamblea Nacional.


Contrariado, Savimbi se negó a reconocer los resultados, a pesar de que los observadores internacionales certificaron la limpieza de los comicios, y retomó las armas. El partido de dos Santos, que no partía como favorito, se aseguró la continuidad en el poder por dos razones: la imagen positiva que le había otorgado el abandono del monopolio político y los temores que la UNITA, autora de buena parte de las sevicias de guerra contra la población civil (requisas de cosechas, reclutamientos forzosos, prácticas de tierra quemada) generaba entre la población urbana.

En cualquier caso, el fracaso de la experiencia electoral supuso, a partir del 31 de octubre, la reanudación de las hostilidades, cuyo primer capítulo fue una operación de exterminio lanzada por las fuerzas gubernamentales en Luanda contra militantes de la UNITA. La segunda vuelta, necesaria al no haber alcanzado dos Santos la mayoría del 50% de los votos, no llegó a celebrarse.

La segunda guerra civil, o, más exactamente, la segunda fase de un único conflicto desde la independencia, se prolongó durante dos años y resultó mucho más mortífera para la población y destructiva para las precarias infraestructuras del país que en la fase precedente. Ahora, no obstante, el Gobierno de dos Santos se aseguró una apoyo internacional casi unánime, y muy especialmente el de Estados Unidos, cuyo Gobierno le reconoció el 19 de mayo de 1993 y a donde del 7 al 9 de diciembre dede 1995 dos Santos realizó la primera visita oficial de un mandatario angoleño desde la independencia, siendo recibido por Bill Clinton en la Casa Blanca (el 16 de septiembre de 1991 ambos dirigentes tuvieron un encuentro privado en el mismo escenario).



Con una opinión pública internacional adversa y una suerte de armas desfavorable (su bastión principal, la ciudad de Huambo, cayó en manos de los gubernamentales el 9 de noviembre de 1994), la UNITA hubo de plegarse a un acuerdo de paz que se firmó en Lusaka, Zambia, el 20 de noviembre de 1994. En este verdadero bienio negro para Angola murieron con toda probabilidad más personas que en la fase bélica de 1975-1991, cuyo balance se estableció en 300.000 bajas.


El alto el fuego entró en vigor dos días después de la firma, pero el proceso de desarme de los combatientes de Savimbi resultó mucho más lento y confuso. El 21 de noviembre de 1996 la tercera Misión de Verificación de Naciones Unidas (UNAVEM III) anunció que el desarme y la desmovilización de la UNITA estaban básicamente concluidos, con lo que el 11 de abril de 1997 inició su andadura el largamente pospuesto Gobierno de Unidad y Reconstrucción Nacional (GURN). Al mismo tiempo, los 77 diputados electos de la UNITA en 1992 ocuparon sus asientos en la Asamblea Nacional, cuyo mandato fue extendido el 13 de noviembre anterior por un mínimo de dos años y un máximo de cuatro.

Pero, aparte las formas institucionales y las declaraciones reconciliadoras, sobre el terreno prosiguieron inquietantes movimientos de tropas gubernamentales y de efectivos de la UNITA, que se resistía a entregar las áreas en las que era fuerte y, lo más importante, las minas de diamantes que administraba como una lucrativa fuente de divisas para la adquisición de material bélico moderno (tanques y artillería) y en grandes cantidades. Desde 1995 elementos presuntamente incontrolados de la UNITA realizaron acciones de pillaje, lo que las FAA justificaron para lanzar operaciones militares, incrementando todo ello las reticencias a la pacificación y las desconfianzas mutuas.

La comunidad internacional coincidió en culpabilizar al grupo de Savimbi de la perpetuación de la inseguridad y del clima prebélico, con lo que el Consejo de Seguridad de la ONU le impuso sendos embargos de armas y de tipo económico. UNITA, empero, no tuvo problemas en burlar estas sanciones y siguió armándose con la venta de diamantes, mientras que el Gobierno de dos Santos hizo lo propio con el petróleo, del que el descubrimiento de nuevos yacimientos le ayudó a reforzar su posición internacional.

No obstante, no pasaba desapercibido que la inexistencia de un tercer partido fuerte, capaz de moderar las tensiones de este escenario bipolar, y la escasa voluntad de la vieja guardia del MPLA para crear un verdadero Estado de derecho, con unas instituciones democráticas, una administración y un aparato de seguridad sometidos al imperio de la ley, y una gestión responsable de los riquísimos recursos naturales, hacían inviable las fórmulas mancomunadas de poder y, desde luego, las pretensiones de UNITA de recibir una cuota del mismo al cincuenta por ciento.

Por si esto no fuera suficiente, las crisis en dos países fronterizos de Angola, los dos Congos, aportaron más perturbación. En octubre de 1997 dos Santos decidió enviar a las FAA a Congo-Brazzaville (República del Congo) para ayudar al ex dictador marxistaDenis Sassou-Ngesso en su rebelión armada contra el entonces presidente Pascal Lissouba, sospechoso de complicidad con UNITA. Esta injerencia angoleña resultó fundamental para el regreso al poder de Nguesso, y de paso liquidó una base de retaguardia real o hipotética para las fuerzas de Savimbi.



Mayores repercusiones aún tuvo la intervención de las FAA en Congo-Kinshasa (el antiguo Zaire, luego República Democrática del Congo) en ayuda de la Alianza de Fuerzas Democráticas para la Liberación (AFDL) de Laurent Kabila, convirtiendo así a dos Santos en actor principal de la reordenación geopolítica experimentada en África central aquel año.



Primero, en abril de 1997, alrededor de un millar de soldados angoleños pasaron discretamente desde Cabinda a la desembocadura del río Congo y tomaron el puerto fluvial de Matadi y la central hidroeléctrica de Inga, contribuyendo al cerco de Kinshasa y al desmoronamiento del régimen de Mobutu. Cuando Kabila, instalado en el poder, hizo frente a su propia y poderosa rebelión en agosto de 1998 (con implicación de unidades regulares ugandesas y rwandesas), dos Santos reeditó su asistencia, pero a mucha mayor escala y con inclusión de tanques y aviación.


Repitiendo los hechos del año anterior, el control por los angoleños de Matadi, Inga y los arrabales de Kinshasa impidió, con toda seguridad, la rápida caída del aliado Kabila, al que desde entonces el multiforme bando rebelde trató de derrotar por la táctica del avance metódico desde los lejanos frentes orientales.

La intervención de Angola se produjo formalmente en el contexto de una decisión adoptada por algunos miembros de la Comunidad de Desarrollo del África Meridional (SADC), y de hecho dos Santos coordinó las operaciones militares en un mando aliado junto con Zimbabwe y Namibia. Ahora bien, cada país tenía sus razones particulares para defender activamente a Kabila.

En el caso de Angola se trataba, ante todo, de abortar los intentos de reorganización de UNITA al otro lado de la frontera; así, cuando los frentes congoleños en Shaba, Kasai y Kivu quedaron más o menos estabilizados, dos Santos decidió retirar el grueso de las FAA en un lento proceso que comenzó en septiembre de 1998 y que finalizó en febrero del año siguiente (no obstante, quedaron importantes efectivos de élite en posiciones estratégicas, en torno a Kinshasa, en Kasai Oriental y en el sur de Shaba). El paso era ahora, mediante un gran movimiento envolvente a lo largo de toda la frontera con el Congo, caer sobre la retaguardia de UNITA, que por su parte dio indicios de aliarse con la alianza rebelde contra Kabila.

A pesar de que la guerrilla anunció su desmovilización el 6 de marzo de 1998 y que el Gobierno la legalizó como partido cinco días después, en julio, luego de sostener choques con efectivos policiales, UNITA se hizo fuerte de nuevo en varias provincias, lo que, junto con las inequívocas maniobras del cuerpo expedicionario de las FAA en el Congo, reforzaron los presagios de guerra civil.

El 1 de septiembre los diputados de UNITA fueron expulsado de la Asamblea Nacional y el 17 de noviembre las FAA lanzaron una ofensiva en toda regla contra los bastiones de Savimbi en las regiones centrales, que de momento no obtuvo los resultados apetecidos. La reanudación de la contienda angoleña, en toda su virulencia, coincidiendo con la escalada de la congoleña, ya conocida como la primera gran guerra africana, dio lugar a inquietantes metástasis que no permitían un pronóstico optimista sobre la evolución de unos conflictos en los que la dinámica de uno incidía en la del otro.

Aliado estrechamente con el zimbabwo Robert Mugabe y el namibio Sam Nujoma, en diciembre de 1998 dos Santos recibió tropas de estos países, así como de Congo-Kinshasa, en una operación conjunta contra UNITA en la provincia de Cuando-Cubango, lindante con el estratégico corredor de Caprivi, una estrecha franja de territorio namibio que se introduce como una lanza, con Angola al norte y Botswana al sur, hasta las fronteras con Zambia y Zimbabwe y donde los secesionistas locales, para alarma del Gobierno de Windhoek, estaban siendo armados por los hombres de Savimbi.



Como en los demás conflictos de la región, el comercio de metales preciosos y minerales estratégicos estaba detrás de los estallidos violentos. Al mismo tiempo, Namibia estaba enviando secretamente soldados para unirse a las operaciones militares de las FAA en la defensa de Huambo y Kuito, objetivo militar de UNITA.


En febrero de 1999 dos Santos ordenó la evacuación de la Misión de Observadores de Naciones Unidas (MONUA), última de las cuatro enviadas por esta organización desde 1989 y que con su retirada certificaba el fracaso total de sus costosísimos esfuerzos para la pacificación del país Para el Gobierno de dos Santos, los observadores habían sido condescendientes con los reiterados incumplimientos y dilaciones de UNITA, mientras él se sometía escrupulosamente a los compromisos de Lusaka. Para Savimbi, sin embargo, no había dudas de la parcialidad de MONUA a favor del poder de Luanda.

Consciente de sus bazas estratégicas, con ingentes recursos pesqueros y petroleros que aguardan su explotación, el presidente angoleño ha apostado por una política exterior contundente, destinada a completar el arco de países aliados, y por la liquidación, de una vez por todas, del problema UNITA, aunque esta "solución final" conduzca a una guerra devastadora y al hundimiento del país.

Sólo Zambia ha quedado fuera de este esquema. El Gobierno de Frederick Chiluba, que ya acusó a su homólogo angoleño de connivencia con el intento de golpe de Estado de octubre de 1997, advirtió contra una incursión punitiva de las FAA al otro lado de la frontera contra presuntos campamentos de UNITA. En enero de 2000 la tensión entre los dos países subió de tono con nuevas acusaciones a Zambia por la impunidad con que UNITA se suministraba de armas desde este país, a lo que Lusaka respondió con la movilización de su Ejército en la frontera.



En este estado de triunfo de las soluciones de fuerza y de las dinámicas guerreras, con sus secuelas en las zonas no directamente afectadas por los combates en forma de arbitrariedades, depredaciones contra la población civil y proliferación de economías ilegales, dos Santos ha fortalecido sus atribuciones con una sentido autoritario. El 20 de enero de 1999 la Asamblea suprimió el puesto de primer ministro y diez días después le concedió a dos Santos plenos poderes sobre el Gobierno, del que asumió también la cartera de Defensa.


El asesinato, en circunstancias no del todo claras, de Kabila en enero de 2001, no alteró esta realidad de conflictos superpuestos, a excepción hecha, quizá, de un refuerzo de la influencia angoleña sobre el poder de Kinshasa, representado desde entonces por Joseph Kabila, hijo del finado. A la hora de especular sobre las ramificaciones del magnicidio, algunos medios apuntaron a Luanda como la instigadora. Esta imputación fue vigorosamente desmentida por el Gobierno angoleño antes de cobrar peso la versión de un asesinato por venganzas internas con origen más tribal que otra cosa.



El caso es que, según este análisis, a dos Santos le estaría incomodando la negativa de Kabila a someterse a un arreglo negociado con los rebeldes, pero sobre todo su escaso interés en impedir los desenvolvimientos de UNITA en territorio congoleño.

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